Todas aquellas palabras que en su época fueron escritas por alguien, en la superficie de la tierra o bajo ella, estaban siendo absorbidas por el puntiagudo sombrero de Melfo.

El pequeño hombrecillo se había propuesto ser un villano: el malo más maléfico de todo Minframundo. Durante semanas había buscado conjuros y reunido toda la magia que pudo conseguir para llevar a cabo el plan que le elevaría hasta la gloria de los más malos del universo.

En ese momento estaba en el salón de su casa con sus peludas orejitas más coloradas de lo habitual y dando pequeños saltitos alegres alrededor de la mesa donde había dejado su sombrero. Melfo iba repitiendo algunas de las palabras según iban pasando por delante de su nariz y desapareciendo en él de forma totalmente fortuita.

– Sardinas… endiablado… aún… los… Dorian… por siempre… sin… decapitadlos… contra… argucia… mitad… a…  Ford… afrodisíaco… ¡feroz!

Sus pequeñas manos verdes aplaudían con emoción cada vez que una palabra terminaba en ‘z’. Melfo adoraba esa letra.

Es posible que todas las palabras escritas hubiesen desaparecido para siempre si Mada no hubiese llegado en el preciso instante en que ‘embarcadero‘ era engullida.

Melfo dio un respingo y se puso el sombrero en la cabeza, vomitando un ‘colorín colorado’ muy esclarecedor, apoyándose en la mesa y tratando luego de silbar una melodía inocente.

Si había alguien a quien Melfo temía, esa era Mada.

– Melfo ¿Qué son esas letras que han salido de tu boca?- preguntó Mada con tono reprobador.

– ¿Qué ‘hip-FORASTERO-hip’ palaf‘hip’bras?

Melfo había tratado de contenerlas, pero de su boca salieron perfectamente dibujadas cada una de las letras de la palabra ‘forastero’.

– Melfo…

– ¡Madita mía! ‘pf…BORRASCOSO‘.

La boca de Melfo dibujó una gran O para dejar salir la última de las letras y ya no pudo parar. Una a una fueron saliendo todas en orden inverso a por el que habían entrado.

Mada esperó con el ceño fruncido y los brazos cruzados a que todas las palabras robadas saliesen de la  boca de Melfo. Luego se mordió el labio inferior y tras un suspiro prolongado dijo:

– Otra vez tratando de conquistar el mundo ¿no Melfo?

Melfo retrocedió un paso mientras negaba con la cabeza.

– Esta noche duermes en el sofá.

– Mada, ¡si no hago nada malo!

Más historias con el mismo comienzo, en el cuentacuentos.

Melfo

12, noviembre, 2007

  – ¿Qué haces?

– Ver porno. ¿Y tú?

– Pensaba en ti.

Melfo sonrió, enseñando a Mada sus dientecillos picudos.

– ¿Y en qué parte de mí pensabas?

– Demasiada humanivisión por un día. – Mada desconectó la bola de cristal-Tenemos que hablar hombrecito.

– Ver porno humano no me va a humanizar… – Melfo protestó, quitándose el sombrero verde y sacudiéndolo cerca de la cara de Mada. Ella se apartó cuando una cucaracha saltó a su cara hasta casi morderle la nariz.

– ¡Eres insoportable Melfo! ¡Tus modales no podrían ser peores si fueses humano! 

– ¿No huelen mis pies a tierra mojada, igual que mi cabeza? ¿No mido 70 centímetros y medio? ¿no es mi piel verde? Jamás seré humano.

– Te pasas el día viendo sus culebrones, y me llenas de basura la bola de cristal… ¡Ya no eres la criatura de la que me enamoré!

Melfo retrocedió asustado. Sacándo uno de los bolsillos de su chaleco, intentó limpiar la bola de cristal con el.

– No pasa nada, Madita mía. Sigo siendo el mismo… es sólo que los estudio… ya sabes, para Mruja Negra… la jefa. Quiere que le cuente todo sobre ellos.

Mada hizo un puchero, y Melfo se estremeció.

– Sabes que tú eres la reina de mis sueños… Minframundo no tendría crepúsculos sin tí…

– ¿Dejarás de descargarte porno en mi bola?

– Mada, ¡si no hago nada malo!

Más historias con el mismo comienzo, en el cuentacuentos.