Narciso

27, marzo, 2007

Revisando fechas de cumpleaños (que tengo una terrible memoria…), encontré una frase copiada hace tiempo:

 Recorte

Adoro el Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. No tanto a Paulo Coelho en su Alquimista. Pero esta frase… siempre me gustó.

Mis días son segundos que en su momento parecen eternos pero pasan con asombrosa rapidez. No termino de encontrarme, me soy extraña aún conociendome desde siempre.

La última imagen

12, marzo, 2007

La última imagen que quedó plasmada en su retina fue la de su asesino.

Caminábamos sin rumbo fijo, atravesando una explanada de alta hierva verde, salpicada de flores blancas y rojas. El sol brillaba sobre nosotros en su punto más alto. No había nada de viento y no se oía ningún otro sonido que no fuese el de nuestros pasos o el de nuestra propia ropa, e incluso éstos estaban muy amortiguados. No me habría sorprendido si de la nada hubiese aparecido una larga carretera vacía, y del otro lado la arena y el calor del desierto nos hubiesen llamado por nuestros nombres.

El ambiente era tan pesado que te entraban ganas de tumbarte allí mismo y no hacer nada mientras el sol brillase de ese modo, pero seguíamos caminando en silencio, sin mirarnos y sin decir nada. Yo trataba de buscar las palabras para decirle cualquier cosa, pero mi mente estaba en blanco. Imaginaba una gota de sudor cayendo en el suelo y friendo un huevo.  

En el aire flotaba la sensación de que en vez de en un espacio abierto aquel lugar en una prisión. Nos rodeaba la más inmensa soledad que nadie pueda imaginar. 

Casi sin darme cuenta, llegué a la conclusión de que iba a ocurrir algo, pero no sabía en que momento. Gonzalo también lo sabía, y me cogió de la mano mientras yo soltaba un largo suspiro. 

     Tranquila, Sienna, lo conseguiremos. 

Nos habíamos detenido en medio de aquel lugar, y me abrazó con fuerza. Apoyando la cabeza en su hombro, cerré los ojos y traté de creer en sus palabras.  

Por un instante me pareció que lo veía todo a través de sus pupilas, el prado, el pesado aire amarillo, a mi misma entre sus brazos… Me vi deshacer el abrazo, y reparé en mi mirada. Esos ojos marrones y centelleantes lo decían todo sin palabras. Eran los ojos de un asesino, y yo lo sabía.  

«¡Sienna!» 

Desperté a las siete de la mañana, con un terrible dolor de cabeza. Estaba en mi habitación, y en la mano apretaba una pequeña llave de latón. Por mi mente pasaban repetidas imágenes bastante incoherentes. Un buldozer amarillo a través de una ventana, un buldozer amarillo reflejado en un espejo, un hombre tumbado delante de un buldozer amarillo, un planeta explotando… 

– ¿Porqué tengo la sensación de que anoche hice autoestop? -le dije a mi gata Lizzi, que estaba ronroneando a mis pies. 

Tras ducharme y pensar por enésima vez que olvidaba algo, me arreglé para ir a trabajar.   

***

Esta es una continuación de otro texto que escribí para el cuentacuentos. No es necesario leerlo, pero aquí está . 

Más historias con este mismo comienzo en el cuentacuentos.

Eclipse

7, marzo, 2007


comincia l’eclissi

Originally uploaded by _chiara_.

De todas las fotos que saqué del eclipse, solo una es casi buena ((no es esta, está aquí en flickr)) y no era total.

Fué entretenido, pero de las seis personas que íbamos a verlo juntas, cuatro desaparecieron, y uno prefirió ver motos en tv, así que Luna y yo nos miramos sin intermediarios.

Últimamente me siento triste, y poco feliz de estar conmigo misma. No me divierte ni leer… pero bien. Esperaré el cambio de estación con paciencia.

Primeros días.

1, marzo, 2007

Me gusta que me hagan caso, y creo que todo empezó cuando nací.

Debía haber nacido un día antes pero mi madre, sabíendo como sería yo, quiso tener un día más de protagonismo y aguantó hasta que no pudo más.

Nací morada, y lo primero que sentí fué una cachetada en el culo, obra de mi bisabuela (según tengo entendido, era tradición que ella diese la primera cachetada a cada nuevo miembro de la familia). Luego, derecha a incuvadoras.

Y allí estaba yo, un bebé de casi cuatro quilos, azul, en medio de una sala llena de cunitas con bebés prematuros.

Era la reinona (Según mi madre).

Era el bebé más bonito del mundo (Según mi tía).

Pero como ellas me querían mucho, no voy a tomar esos comentarios como muy relevantes. No recuerdo nada de eso, es cierto, pero para mi cumpleaños siempre me lo recuerdan. ‘Y todos preguntaban qué hacía allí esa niña tan grande…